jueves, 28 de mayo de 2015

Propósitos en voz alta: cuidarse para cuidar

Dar a nuestros hijos lo mejor, para que puedan crecer más sanos, fuertes, preparados…. Lo que a veces nos cuesta entender, y mucho más aplicar en el día a día, es que nosotros somos los que nos damos a nuestros hijos.  De nuestro bienestar no sólo nos nutrimos nosotros, también ellos lo hacen.

Cuando un/a padre/madre contigo mismo, satisfecho con tu vida, es mucho más fácil dedicarte a la crianza de tus hijos. Los mirarás de otro modo, te centrarás en las cualidades de tus hijos en lugar de en sus limitaciones, porque les trasmitirás serenidad y alegría, porque acogerás mejor sus emociones y les ayudarás a gestionarlas mejor…

Pararse a pensar, a meditar, a reflexionar, a preguntarse uno a sí mismo qué es lo que quiere, qué es lo que nos falta, de qué estamos hambrientos, qué es lo que nos sobra, nos pesa, … es un primer paso para que podamos conectar con nuestro ser, nuestro niño interior. Es posible, que sin este ejercicio de honestidad con nosotros mismos no podamos cuidar a nuestros niños como merecen.

Para poder volcarnos con ellos, hemos de escucharnos a nosotros mismos, y quizás a partir de aquí empecemos a sincronizarnos con nuestros hijos de verdad, a reconocer sus  emociones, sus necesidades y ayudarles a encauzarlas.


Sentirnos satisfechos es una meta, pero también algo imprescindible para criar saludablemente a nuestros hijos. 

Fluir y Acompañar, son las palabras que resuenan en mi cabeza.

lunes, 4 de mayo de 2015

Lo que necesitan las familias II: espacios, tiempo y alternativas

Criar a nuestros hijos de una forma positiva, respetando a nuestros hijos, y respetándonos a nosotros mismos, exige que este nosotros sea acogido. Nosotros como familia cuidamos a nuestra descendencia como un tesoro, porque es nuestro. De la misma manera que si nosotros pertenecemos a este gran grupo que llamamos sociedad, habremos de sentirnos cuidados y acogidos. Necesitamos esa gran tribu para criar  a ese tesoro que compartimos, nuestros niños y niñas.

Hoy sabemos que la calidad de las relaciones familiares, y en consecuencia, la calidad de los cuidados y educación que reciben nuestros hijos no sólo dependen de las capacidades que hayan desarrollado los padres. Hay ciertos aspectos  que facilitan o dificultan la crianza de los/las hijos/as, y que son en cierto modo ajenas al control de la familia, porque pertenecen al ámbito sociocultural.

La inexistente conciliación  familiar y laboral, las pérdidas de tiempo en desplazamientos, la faltade espacios de encuentro, las bajas maternales/paternales tan cortas,…  Son barreras que dificultan, cuando no impiden, la crianza de los hijos.

¿Pero qué elementos favorecen el buen funcionamiento de la familia? Mi opinión personal, es que los padres queremos criar a nuestros hijos en un entorno que valore justamente el esfuerzo que realizamos día a día.  Que el bienestar de la familia sea una prioridad real de compartida por la sociedad al completo, que se valoren  adecuadamente las estrategias y acciones preventivas, y refuercen las medidas proactivas y de preservación familiar.



Las familias necesitan  ESPACIOS, TIEMPO Y ALTERNATIVAS/OPCIONES.  Es una inversión de futuro.

martes, 31 de marzo de 2015

La paradoja de la sobreprotección

Parece que hay una reflexión compartida, más bien un debate que hace cuestionar a los padres y madres sobre cómo están educando a  sus hijos. Se nos está lanzando el mensaje que existe una generación de niños sobreprotegidos, consentidos, … que no están suficientemente preparados para madurar como adultos y enfrentarse a las dificultades de la vida.

Me pregunto ¿cómo estamos sobreprotegiendo a nuestros hijos? ¿Tienen demasiadas facilidades? ¿Su vida es excesivamente cómoda? O acaso ¿limitamos en exceso sus posibilidades de acción?

Desde mi modo de ver, confundimos conceptos, y mucho. Es cierto que hoy un amplio sector de la infancia tienen todo lo material y más que necesitan, juguetes, ropa, accesorios  y gadgets de todo tipo, tablets, móviles, … Algunos focalizan su atención en este aspecto, quizás desde el resentimiento de una infancia de carencias, hacen virtud de su propia carencia y se preguntan: ¿Pero qué está pasando con estos niños/adolescentes que han tenido todas las oportunidades del mundo y las desperdician?  Y se aferran a su propio ejemplo, cuando éramos pequeños no necesitábamos, ….

Reconozcamos que ha cambiado el universo infantil. Hemos cambiado la sencillez, la carencia, los espacios ilimitados de juego y libertad por la compra de ocio, juguetes y el encaje de actividades en la agenda de los niños. El miedo y la inseguridad amenazan los espacios que antes eran de los niños.  Los padres además hemos de prevenir/evitar accidentes domésticos, en la calle, de tráfico... Cada día escuchamos en los medios nuevas noticias que nos conducen a vivir en permanente alerta. 

A mi modo de ver la infancia de hoy pierde. Tienen dos padres con mucho menos tiempo y muchas más tensiones a las que hacer frente para dedicarse  a sus hijos. Que no es cierto que lo que importa es el tiempo de calidad y no la cantidad, la cantidad de tiempo disponible con los hijos, importa, vaya que sí. Que se lo digan a unos padres que llegan agotados, a las 8 de la noche a su casa, sin energía para hacer frente al berrinche de su hijo.


Lo que es indudable es que los padres debemos proteger a nuestros hijos, mimarlos. Sí!! mimarlos, darles amor y apoyo incondicional, que es lo que les ayuda a crecer.  La falta de amor, cuidado, dedicación es incompensable, y que si nos embarga la culpa no hay regalo que sustituya la falta.  Esta culpa es el caldo de cultivo de la sobreprotección, que es en realidad un exceso de límites. Sí la calidad de la crianza de los hijos también se puede ver como un exceso de límites en la conducta de nuestros hijos, y no sólo la maniqueada ausencia de límites.

Limitar es no dejarles hacer de forma más o menos autónoma, con supervisión más o menos cercana, aquello que sí que están preparados para hacer, y que además puede suponer un acicate en su desarrollo. Colaborar en pequeñas tareas domésticas cuando son pequeñitos les encanta, ahora eso sí se pueden manchar o hacer algún estropicio, subir solos a un tobogán, dejarles que resuelvan sus conflictos con sus amigos, ir a dar una vuelta en bici…


Definamos qué es lo que queremos para nuestros hijos, ¿queremos que puedan utilizar su libertad? ¿Qué sean capaces de valorar los riesgos y actúen en consecuencia? ¿Queremos que se conviertan en personas responsables?  Quizás hayamos de plantearnos darles ciertos márgenes



Y si es así no pretenderemos controlar la vida de nuestros hijos, ni tratar de que aprendan a través de nuestras experiencias, ni infundir nuestros propios miedos. Los riesgos son inevitables, y según crezcan nuestro papel será de guías: ayudándoles a detectar y evitar riesgos, a hacer frente a dificultades, a enfrentarse y gestionar positivamente el conflicto. Y se los encontrarán seguro, no es necesario, ni moralmente aceptable que les expongamos a ninguna situación para que se "endurezcan".

Habremos de ser acompañantes: estar con ellos en el desasosiego, en la tristeza, en la frustración. Escuchando, demostrándoles nuestra confianza en ellos, en sus fortalezas, ayudándoles a reescribir el relato de lo vivido, a asumir sus propios errores. Acompañándoles estos baches se amortiguarán, les ayudarán a CRECER más fuertes para poder volar...

jueves, 12 de marzo de 2015

La ciudad es de los niños y las niñas

Ayer en el programa de radio  Esto me suena de RNE, escuché una iniciativa que por lo visto funcionan en varias ciudades de España, los Caminos Escolares. Pretende que los niños puedan ir solos  al colegio de forma segura, recuperando el derecho a la autonomía del niño en la ciudad, aunque sólo sea para ir y venir al cole.

Y, ¿qué es lo que pasa? ¿Por qué ya no vemos niños en la calle? ¿Es realmente la calle un lugar tan inseguro para los niños?

La evolución urbana en los últimos 30 años ha transformado nuestras ciudades, en la mayoría de las ocasiones se han privilegiado intereses económicos y adultos. La ciudad es adultocentrista, se han construido barriadas en los que lo que interesaba era la rentabilidad económica inmediata, y poco el construir espacios de encuentro. Se han  diseñado vías y calles teniendo como referencia el tráfico urbano y el comercio, dejando espacios mínimos para  el paseo.

La forma de vivir la infancia ha cambiado en los últimos treinta años, especialmente la experiencia de jugar. Hoy se hace casi imposible que un niño juegue en la calle sin estar controlado por un adulto, y ello perjudica el desarrollo de la personalidad del niños. 

Es cierto que cada vez hay más parques y zonas de juego completísimas: los toboganes y los columpios se han modernizado, la arena, la tierra, las hierbas… se han higienizado y sustituido por pavimentos seguros. Pero…. al parque el niño y la niña no pueden ir si no es acompañados por un adulto, si es que éste no tiene otros “quehaceres”, que son múltiples, y a los que, a menudo es el niño el que acompaña... 


Queremos que los niños sean independientes y autónomos en muchas áreas, llegando incluso a acelerar aprendizajes, pero no les permitimos desarrollarse y ser autónomos en aquello para lo que madurativamente sí que están preparados, interesados el juego libre.  Los niños necesitan estar solos, no quieren estar en espacios cerrados rodeados de juguetes, somos nosotros los que necesitamos saber que nuestros hijos están en lugares “hiperseguros”. Un niño no juega de la misma manera controlado o guiado por un adulto. Los niños apenas tienen oportunidades de vivir experiencias por su cuenta, de jugar y aprender en realidad.


Las familias necesitamos espacios de encuentro e intercambio, diseñado para las personas, espacios que serían disfrutados especialmente por los niños, pero también lo serían de los adultos.  Zonas de encuentro familiar, donde los niños puedan estar “a su aire” y los adultos enfrascados en sus conversaciones, donde poder compartir y disfrutar de ese tiempo libre tan escaso y necesario.

Y es imposible hablar de infancia, juego y ciudad si no mencionamos a Francesco Tonucci o Frato, pedagogo, dibujante, y autor del libro "La ciudad de los niños". Para conocer mejor sus planteamientos, os propongo ver el siguiente vídeo, os dará perlitas para reflexionar sobre este tema… (y no estará de más ahora que próximamente nos toca decidir quién gobierna nuestros municipios)

viernes, 6 de marzo de 2015

Contemplando a mujeres emprendedoras...

Esta semana he tenido la oportunidad de compartir una mañana con mujeres, en la Madrid Woman's Week. Mujeres a las que la maternidad les enfrenta con el mundo laboral, o ¿era al revés? Un lugar común para tantas mujeres, especialmente ahora en tiempos de crisis.

   Mujeres que  a las que le “acaban” precipitadamente sus contratos por su futura maternidad.

   Mujeres que se enfrentan al dolor de dejar a su bebé durante largas jornadas al cuidado de otros que tienen que atender a otros siete bebés más.

   Mujeres que son presionadas, ninguneadas,  cuanto menos por reducir su jornada  laboral.

   Mujeres que son despedidas de sus trabajos tras la baja maternal.
   
   Mujeres que se rebelan, y denuncian de una u otra forma la injusticia.

   Mujeres a las que su maternidad hace que tiemblen los cimientos sobre los que construían sus proyectos. No se permiten el conformismo, la desidia o el abandono. Desean aprender, construir algo, contribuir a cambios sociales y personales.

Estas mujeres se reinventan, crecen, plantan cara a la adversidad y emprenden… Inician un camino muy duro, en el que no escatimarán sudor y lágrimas. Donde no existe la suerte sino esfuerzo, dedicación y tenacidad; y el éxito no está asegurado, está en el camino emprendido.

La autodisciplina es su valor,  porque ya lo dijo  la madre Teresa de Calcuta, “La disciplina es el mejor amigo del hombre, porque le lleva a realizar los anhelos más profundos de su corazón”. La disciplina es la mejor amiga de la mujer, siempre lo ha sido.

Porque ELLAS se empiezan a conocer, a aprovechar el impulso de la ilusión para contemplarse a sí mismas, y se descubren capaces, fuertes, poderosas. Estoy rodeada de ellas, amigas, compañeras, vecinas, conocidas, mujeres que muestran como en un espejo aquello que las que las miramos podemos llegar a desear, a decidir, a ser.
   

YO las contemplo, las admiro,  siento ilusión por sus proyectos, alegría por sus éxitos y confío en su capacidad para salir fortalecidas de la adversidad. Y contemplándolas, reflexiono y medito sobre mí, sobre mi  propia sombra.  Me miro en ellas como en un espejo, me inspiran para seguir mi propio camino.

martes, 24 de febrero de 2015

El valor del CUIDADO en educación, ¿quién cuida de los hijos?

Hace unos días pude ver el documental “La educación prohibida”, reflexiona sobre la forma de aprender de los niños, sin llegar a profundizar en metodologías pedagógicas, contiene multitud de mensajes para repensar la educación, fundamentalmente la escolar.  Me impactó uno especialmente, para “educar hemos de cuidar”.

Y efectivamente si revisamos el significado de cuidar, tiene que ver con poner atención y diligencia, ocuparse de que esa persona se encuentre bien, estando alerta a sus necesidades y proporcionándole lo necesario, evitando peligros y accidentes.


Cuidar sería atender regularmente las necesidades básicas del niño, y favorecer progresivamente su propia autonomía en su satisfacción. Tienen que ver con la alimentación saludable, aseo y vestido, sueño, comunicación y socialización,  de protección y seguridad.  También tiene que ver atender y respetar las emociones del niño, conteniéndole, consolándole, o simplemente acompañándole. Y por supuesto el niño necesita que espacios de juego seguro para jugar, a veces libremente, otras veces necesitará que seamos su "avecrém" enriqueciendo las experiencias.


Y cuidando a nuestros hijos, y favoreciendo su bienestar, estamos contribuyendo a su óptimo desarrollo, y ¿qué es educar si no?  

Cuidar es el andamiaje de la educación, si no respetamos las necesidades de los niños, si no estamos atentos a su maduración, si no observamos y aprendemos de nuestros niños, no podemos aspirar a educar, como mucho adiestraremos.

Por otra parte el rol de cuidador, tiene nombre femenino. Los cambios sociales han sido vertiginosos, y evidentemente hay algunos desajustes. Hace apenas 20 o 30 la mujer cuidaba de la familia: hijos, marido, abuelos… Hoy, la mujer ha salido fuera de casa, y se ha incorporado al mercado laboral, PERO el hombre no está entrando en casa igual de rápido:
  • Las mujeres dedican 4 horas y 29 minutos al trabajo doméstico (actividades de mantenimiento del hogar) frente a 2 horas y 32 minutos que dedican los hombres. Además las mujeres dedican 2 horas y 22 minutos al cuidado de hijos/as frente a 1 hora y 46 minutos los hombres. (Fte. Instituto de la Mujer y para la Igualdad de Oportunidades)
Cuidar es una carga, y un gran sumidero de tiempo, pero sin duda es una tarea que aporta grandes satisfacciones, cargada de grandes-pequeños momentos por los que merecen la pena el esfuerzo y la dedicación. En esta tarea es donde el afecto, la presencia total “en cuerpo y alma” y la ilusión cobran su más genuino valor.

Necesitamos que más hombres se acerquen a esta maravillosa tarea, es necesario que los padres compartan con las madres esta tarea, que compartan el esfuerzo, pero también las alegrías, el orgullo y las ilusiones. 


viernes, 6 de febrero de 2015

Lo que necesitan las familias I

¿Qué es lo que necesitan las familias para criar a sus hijos? ¿Qué le diríamos a una familia que acaba de tener su primer hijo? En esta infografía podréis ver los aspectos  claves que han de cuidar las familias para desarrollar satisfactoriamente su papel de padres. 

Da igual el tipo de familia que seamos, ni el número de miembros de que se componga, el género y/o orientación sexual. Lo importante es que somos un equipo, que nuestra familia es única, y es el lugar donde nos sentimos apoyados, respetados y queridos. El vínculo del amor es la chispa que hace que el motor de la vida empiece a funcionar, por el que empezamos a cooperar, sin el que no es posible que las personas se puedan desarrollar.

Entendemos a nuestro hijo, qué necesidades tienen y qué características tienen la etapa evolutiva por la que están pasando. Hay niños hipersensibles, otros muy miedosos, los hay que nunca tienen miedo, … O momentos del desarrollo especialmente conflictivos, la época de las rabietas, de los deberes, la temida adolescencia… Saber cómo son y por qué están pasando nos ayudará a interpretar su comportamiento y ajustar nuestras expectativas.

Tranquilidad y serenidad, para afrontar las dificultades del día a día. Hemos de acudir más a menudo a nuestro propio sentido común, y esto no es posible sin un mínimo de sosiego. Cada uno tendrá su receta, meditación, relajación, contar  antes de soltar un alarido… Estaría bien poder elegir las batallas en las que realmente merece la pena invertir nuestros esfuerzos.

No somos perfectos, ni hemos de pretender la perfección, ni en nosotros ni en nuestros hijos. Estar seguros de que nos equivocáremos, reconocerlo es el sólo el principio. A veces necesitaremos del diálogo y la reflexión para darnos cuenta, bien con otros adultos, o a menudo será nuestro hijo el que nos dé las pistas.  Seremos un buen ejemplo, si asumimos nuestro error, rectificamos/reparamos y por supuesto pedimos perdón.

Tener claro nuestra misión: qué valores son importantes para nuestra familia y que normas son inquebrantables, cuál es nuestro papel para con nuestros hijos. Proteger, cuidar, educar, socializar, incluir, orientar, guiar, acompañar, jugar, aceptar con incondicionalidad, calmar, acariciar, besar, querer, amar.

OCIO disfrutado y compartido. Probablemente los momentos en los que disfrutamos con nuestro hijo sean de gran valor en su educación, porque son momentos en los que verdaderamente nuestros hijos sienten que estamos presentes, que entendemos su propio lenguaje, el del juego, que sus emociones y las nuestras propias se sincronizan. Seguramente nuestro potencial educador esté en su cúspide, porque sea cuando más posibilidades tengan nuestros hijos, de escucharnos, de vernos, de oírnos y de sentirnos, precisamente por este sincronismo. Es importante la calidad del tiempo en que nos dedicamos a nuestros hijos, pero también es cuestión de cantidad, o más bien de regularidad.

Relacionarnos con otras familias que tengan hijos con edades próximas a las nuestras, con los que nuestros hijos puedan compartir ratos de juego, y con los que los padres podamos tener momentos de encuentro en los que compartir inquietudes, preocupaciones, y sobre todo momentos de relax, en los que reírnos y disfrutemos de compañía adulta. A la vez nuestros hijos disfrutarán también.


Buscar ayuda cuando la necesitamos y saber que necesitamos ayuda. A veces una simple conversación con una persona ajena a nuestro problema o conflicto, facilita nuevas claves para la reinterpretación, salvemos el bloqueo. A menudo esto empieza a ser el principio del fin. Puede ser ayuda profesional, si lo consideramos adecuado, o alguien en quien tengamos la confianza, que nos pueda mostrar su apoyo,.. familia y amistad. 

¿Qué más creéis que necesitan los padres tener presente para criar a su hijos?