Dar a nuestros hijos lo mejor, para que puedan crecer más
sanos, fuertes, preparados…. Lo que a veces nos cuesta entender, y mucho más
aplicar en el día a día, es que nosotros somos los que nos damos a nuestros
hijos. De nuestro bienestar no sólo nos
nutrimos nosotros, también ellos lo hacen.
Cuando un/a padre/madre contigo mismo, satisfecho con tu
vida, es mucho más fácil dedicarte a la crianza de tus hijos. Los mirarás de
otro modo, te centrarás en las cualidades de tus hijos en lugar de en sus
limitaciones, porque les trasmitirás serenidad y alegría, porque acogerás mejor
sus emociones y les ayudarás a gestionarlas mejor…
Pararse a pensar, a meditar, a reflexionar, a preguntarse
uno a sí mismo qué es lo que quiere, qué es lo que nos falta, de qué estamos
hambrientos, qué es lo que nos sobra, nos pesa, … es un primer paso para que podamos
conectar con nuestro ser, nuestro niño interior. Es posible, que sin este
ejercicio de honestidad con nosotros mismos no podamos cuidar a nuestros niños
como merecen.
Para poder volcarnos con ellos, hemos de escucharnos a
nosotros mismos, y quizás a partir de aquí empecemos a sincronizarnos con
nuestros hijos de verdad, a reconocer sus
emociones, sus necesidades y ayudarles a encauzarlas.
Sentirnos satisfechos es una meta, pero también algo
imprescindible para criar saludablemente a nuestros hijos.
Fluir y Acompañar, son las palabras que resuenan en mi cabeza.
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