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martes, 31 de marzo de 2015

La paradoja de la sobreprotección

Parece que hay una reflexión compartida, más bien un debate que hace cuestionar a los padres y madres sobre cómo están educando a  sus hijos. Se nos está lanzando el mensaje que existe una generación de niños sobreprotegidos, consentidos, … que no están suficientemente preparados para madurar como adultos y enfrentarse a las dificultades de la vida.

Me pregunto ¿cómo estamos sobreprotegiendo a nuestros hijos? ¿Tienen demasiadas facilidades? ¿Su vida es excesivamente cómoda? O acaso ¿limitamos en exceso sus posibilidades de acción?

Desde mi modo de ver, confundimos conceptos, y mucho. Es cierto que hoy un amplio sector de la infancia tienen todo lo material y más que necesitan, juguetes, ropa, accesorios  y gadgets de todo tipo, tablets, móviles, … Algunos focalizan su atención en este aspecto, quizás desde el resentimiento de una infancia de carencias, hacen virtud de su propia carencia y se preguntan: ¿Pero qué está pasando con estos niños/adolescentes que han tenido todas las oportunidades del mundo y las desperdician?  Y se aferran a su propio ejemplo, cuando éramos pequeños no necesitábamos, ….

Reconozcamos que ha cambiado el universo infantil. Hemos cambiado la sencillez, la carencia, los espacios ilimitados de juego y libertad por la compra de ocio, juguetes y el encaje de actividades en la agenda de los niños. El miedo y la inseguridad amenazan los espacios que antes eran de los niños.  Los padres además hemos de prevenir/evitar accidentes domésticos, en la calle, de tráfico... Cada día escuchamos en los medios nuevas noticias que nos conducen a vivir en permanente alerta. 

A mi modo de ver la infancia de hoy pierde. Tienen dos padres con mucho menos tiempo y muchas más tensiones a las que hacer frente para dedicarse  a sus hijos. Que no es cierto que lo que importa es el tiempo de calidad y no la cantidad, la cantidad de tiempo disponible con los hijos, importa, vaya que sí. Que se lo digan a unos padres que llegan agotados, a las 8 de la noche a su casa, sin energía para hacer frente al berrinche de su hijo.


Lo que es indudable es que los padres debemos proteger a nuestros hijos, mimarlos. Sí!! mimarlos, darles amor y apoyo incondicional, que es lo que les ayuda a crecer.  La falta de amor, cuidado, dedicación es incompensable, y que si nos embarga la culpa no hay regalo que sustituya la falta.  Esta culpa es el caldo de cultivo de la sobreprotección, que es en realidad un exceso de límites. Sí la calidad de la crianza de los hijos también se puede ver como un exceso de límites en la conducta de nuestros hijos, y no sólo la maniqueada ausencia de límites.

Limitar es no dejarles hacer de forma más o menos autónoma, con supervisión más o menos cercana, aquello que sí que están preparados para hacer, y que además puede suponer un acicate en su desarrollo. Colaborar en pequeñas tareas domésticas cuando son pequeñitos les encanta, ahora eso sí se pueden manchar o hacer algún estropicio, subir solos a un tobogán, dejarles que resuelvan sus conflictos con sus amigos, ir a dar una vuelta en bici…


Definamos qué es lo que queremos para nuestros hijos, ¿queremos que puedan utilizar su libertad? ¿Qué sean capaces de valorar los riesgos y actúen en consecuencia? ¿Queremos que se conviertan en personas responsables?  Quizás hayamos de plantearnos darles ciertos márgenes



Y si es así no pretenderemos controlar la vida de nuestros hijos, ni tratar de que aprendan a través de nuestras experiencias, ni infundir nuestros propios miedos. Los riesgos son inevitables, y según crezcan nuestro papel será de guías: ayudándoles a detectar y evitar riesgos, a hacer frente a dificultades, a enfrentarse y gestionar positivamente el conflicto. Y se los encontrarán seguro, no es necesario, ni moralmente aceptable que les expongamos a ninguna situación para que se "endurezcan".

Habremos de ser acompañantes: estar con ellos en el desasosiego, en la tristeza, en la frustración. Escuchando, demostrándoles nuestra confianza en ellos, en sus fortalezas, ayudándoles a reescribir el relato de lo vivido, a asumir sus propios errores. Acompañándoles estos baches se amortiguarán, les ayudarán a CRECER más fuertes para poder volar...

viernes, 5 de diciembre de 2014

6 Claves de la parentalidad positiva


Ser padre es la tarea más difícil a la que hacer frente en la vida, exige una  entrega y dedicación sin igual, una gran dosis de energía y paciencia ilimitada, hacer frente a las dificultades previstas y a las sobrevenidas.

Conscientes del papel de la familia para el desarrollo social y económico europeo  en el 2006 el Consejo de Europa prioriza el fortalecimiento de la familia.  La recomendación Rec (2006)19 insta a los estados miembros  a promover políticas sociales  que favorezcan el desarrollo de las responsabilidades parentales de las familias. Siempre desde el respecto al superior interés del menor, como persona con derechos.

En este momento se define la parentalidad positiva como paradigma, como una forma de entender la crianza de los hijos, “que tiene en cuenta las necesidades de los hijos y su satisfacción, proporciona ambientes y recursos para estimular su aprendizaje, pero también se ocupa de que ofrecer modelos positivos y procurar el aprendizaje de las normas sociales básicas, pone límites a su comportamiento”.

Así, esta tarea debe estar fundamentada en el desarrollo de relaciones positivas entre padres e hijos, y excluye de manera inequívoca el maltrato o la violencia de cualquier tipo.

El ejercicio de las responsabilidades familiares debe guiarse por los siguientes principios:
  • VÍNCULO DEL AFECTO. Lo saludable es el afecto, y los beneficios del desarrollo de un apego seguro están empezando a tener evidencia científica. Todos sabemos que para que un niño crezca necesita sentirse querido y protegido.
  •  ENTORNO ESTRUCTURADO: Los niños necesitan sentirse seguros, pero también necesitan que les guiemos y orientemos en su socialización, con normas y cierto orden, pero también con flexibilidad según sus necesidades. Esto incluye que hemos de tener en cuenta que nuestros comportamientos son atentamente observados, e imitados, por nuestros hijos; la coherencia será pues, un valor en alza.
  • ESTIMULACIÓN Y APOYO DEL APRENDIZAJE: facilitar que nuestros hijos encuentren la motivación por el aprendizaje, reforzar sus logros sin caer en el exceso de halago, darles la oportunidad aprovechar su imaginación y creatividad. No hemos de olvidar el valor del juego en la infancia.
  • RECONOCIMIENTO: Los padres hemos de interesarnos por lo que le importa a nuestro hijo, necesitamos observarlos atentamente, que les entendamos. Los niños necesitan sentirse comprendidos.
  • CAPACITACIÓN de los hijos, potenciando su percepción como agentes activos capaces de cambiar las cosas e influir sobre los demás. Los espacios y momentos de escucha, de juego u ocio compartido serán la clave para el desarrollo de este aspecto.
  • Educar SIN VIOLENCIA, con respeto a nuestros hijos, ningún adulto merece ningún tipo de violencia ni humillación, ¿por qué a un niño sí?