Parece que hay una reflexión compartida, más bien un debate que hace cuestionar a los padres y madres sobre cómo están educando
a sus hijos. Se nos está lanzando el
mensaje que existe una generación de niños sobreprotegidos, consentidos, … que
no están suficientemente preparados para madurar como adultos y enfrentarse a
las dificultades de la vida.
Me pregunto
¿cómo estamos sobreprotegiendo a nuestros hijos? ¿Tienen demasiadas
facilidades? ¿Su vida es excesivamente cómoda? O acaso ¿limitamos en exceso sus
posibilidades de acción?
Desde mi modo de ver,
confundimos conceptos, y mucho. Es cierto que hoy un amplio sector de la
infancia tienen todo lo material y más que necesitan, juguetes, ropa,
accesorios y gadgets de todo tipo,
tablets, móviles, … Algunos focalizan su atención en este aspecto, quizás desde el resentimiento de una infancia de
carencias, hacen virtud de su propia carencia y se preguntan: ¿Pero qué está
pasando con estos niños/adolescentes que han tenido todas las oportunidades del
mundo y las desperdician? Y se aferran a
su propio ejemplo, cuando éramos pequeños no necesitábamos, ….
Reconozcamos que ha cambiado el universo infantil. Hemos cambiado la sencillez, la carencia, los espacios ilimitados de juego y libertad por la compra de ocio, juguetes y el encaje de actividades en la agenda de los niños. El miedo y la inseguridad amenazan los espacios que antes eran de los niños. Los padres además hemos de prevenir/evitar accidentes domésticos, en la calle, de tráfico... Cada día escuchamos en los medios nuevas noticias que nos conducen a vivir en permanente alerta.
Reconozcamos que ha cambiado el universo infantil. Hemos cambiado la sencillez, la carencia, los espacios ilimitados de juego y libertad por la compra de ocio, juguetes y el encaje de actividades en la agenda de los niños. El miedo y la inseguridad amenazan los espacios que antes eran de los niños. Los padres además hemos de prevenir/evitar accidentes domésticos, en la calle, de tráfico... Cada día escuchamos en los medios nuevas noticias que nos conducen a vivir en permanente alerta.
Lo que es indudable es que los padres debemos proteger a nuestros hijos, mimarlos. Sí!! mimarlos, darles amor y apoyo incondicional, que
es lo que les ayuda a crecer. La falta
de amor, cuidado, dedicación es incompensable, y que si nos embarga la culpa no
hay regalo que sustituya la falta. Esta
culpa es el caldo de cultivo de la sobreprotección, que es en realidad un
exceso de límites. Sí la calidad de la crianza de los hijos también se puede
ver como un exceso de límites en la conducta de nuestros hijos, y no sólo la
maniqueada ausencia de límites.
Limitar es no
dejarles hacer de forma más o menos autónoma, con supervisión más o menos
cercana, aquello que sí que están preparados para hacer, y que además puede
suponer un acicate en su desarrollo. Colaborar en pequeñas tareas domésticas
cuando son pequeñitos les encanta, ahora eso sí se pueden manchar o hacer algún
estropicio, subir solos a un tobogán, dejarles que resuelvan sus conflictos con
sus amigos, ir a dar una vuelta en bici…
Definamos qué es lo que queremos para nuestros hijos, ¿queremos que puedan utilizar su
libertad? ¿Qué sean capaces de valorar los riesgos y actúen en consecuencia? ¿Queremos
que se conviertan en personas responsables? Quizás hayamos de plantearnos darles ciertos márgenes…
Y si es así no pretenderemos controlar la vida de nuestros hijos, ni tratar de que aprendan a través de nuestras experiencias, ni infundir nuestros propios miedos. Los riesgos son inevitables, y según crezcan nuestro papel será de guías: ayudándoles a detectar y evitar riesgos, a hacer frente a dificultades, a enfrentarse y gestionar positivamente el conflicto. Y se los encontrarán seguro, no es necesario, ni moralmente aceptable que les expongamos a ninguna situación para que se "endurezcan".
Y si es así no pretenderemos controlar la vida de nuestros hijos, ni tratar de que aprendan a través de nuestras experiencias, ni infundir nuestros propios miedos. Los riesgos son inevitables, y según crezcan nuestro papel será de guías: ayudándoles a detectar y evitar riesgos, a hacer frente a dificultades, a enfrentarse y gestionar positivamente el conflicto. Y se los encontrarán seguro, no es necesario, ni moralmente aceptable que les expongamos a ninguna situación para que se "endurezcan".
Habremos de ser acompañantes: estar con ellos en el desasosiego, en la tristeza, en la frustración. Escuchando, demostrándoles nuestra confianza en ellos, en sus fortalezas, ayudándoles a reescribir el relato de lo vivido, a asumir sus propios errores. Acompañándoles estos baches se amortiguarán, les ayudarán a CRECER más fuertes para poder volar...